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En esta ocasión vamos a alterar un poco el orden que tenemos previsto para ir publicando los artículos, pues una de las cuestiones que con más frecuencia nos plantean tanto los lectores de este blog como los pacientes en nuestras consultas es la posibilidad de efectos secundarios propios de los corticoides, tras su uso prolongado en forma de spray nasal. Por ello,vamos a dedicar el artículo de hoy a aclarar conceptos básicos acerca de los corticoides nasales.
Los corticoides (también llamados esteroides) son los antiinflamatorios más potentes de los que disponemos en la actualidad. Se trata de lo que la población no médica conoce como cortisona. Al tener un efecto muy general, antiinflamatorio, se usan en multitud de situaciones en las que se produce inflamación en cualquier sistema o aparato.

Por lo general, la gente tiene pánico a que le digan que “le van a dar cortisona”. Este “miedo a la cortisona”, en otorrinolaringología, está justificado en muy pocas ocasiones, pues la mayoría de las veces se trata de tratamientos de corta duración, si bien es cierto que a dosis elevadas, en los que no da tiempo a que se produzcan sus temidos efectos secundarios (obesidad, alteración del metabolismo de la glucosa, alteraciones gástricas, dermatológicas…). Suelen ser situaciones de riesgo vital para el paciente, de las que la más frecuente es cuando se produce inflamación a nivel laríngeo, en las cuerdas vocales, en cuyo caso hay que administrar dosis muy elevadas de corticoides pero durante periodos de tiempo cortos (pacientes con una reacción alérgica, un cuerpo extraño faringolaríngeo,…), hasta que se solucione la causa principal de esa inflamación.
Sin embargo, también hay patologías en las que es necesario administrar corticoides durante periodos de tiempo prolongados, de forma sistémica (oral, intramuscular, intravenosa) o tópica,de las que la más habitual en otorrinolaringología es la administración intranasal.

Los corticoides nasales constituyen posiblemente el tratamiento más frecuente pautado por un otorrino en su práctica diaria.

Los corticoides nasales constituyen posiblemente el tratamiento más frecuente pautado por un otorrino en su práctica diaria. En primer lugar, debe quedar muy claro que se trata de un tratamiento seguro cuyos efectos secundarios se manifiestan casi exclusivamente a nivel local, en la mucosa nasal (principalmente sequedad nasal), y cuando el tratamiento es especialmente prolongado (meses). La indicación más frecuente,con diferencia, es la rinitis alérgica, así como sus “complicaciones”: sinusitis, poliposis nasal, otitis serosa (acúmulo de mucosidad en el oído medio), faringitis (debida a la “caída” de secreciones por detrás de la nariz hacia la garganta), hiposmia (disminución del olfato)… Como antiinflamatorios que son, actúan disminuyendo esa inflamación y por tanto favoreciendo la ventilación de nariz y senos paranasales, así como el drenaje y la expulsión de secreciones a dicho nivel, no constituyendo en sí mismos un tratamiento curativo sino, debido a los efectos que acabo de comentar, ayudando a que actúen los fármacos específicos para cada patología en particular.
Como siempre en medicina, hay que tener en cuenta la particularidad de los tratamientos en los niños. Si leemos el prospecto de estos medicamentos veremos que nos comentan que no deben ser usados en niños menores de seis años de edad, así como la necesidad de hacer un seguimiento del crecimiento, pues sí que es cierto que pueden producir retraso en el desarrollo psicomotor. Sin embargo, los corticoides nasales se han mostrado efectivos para reducir el tamaño del tejido adenoideo (“vegetaciones”) y por tanto “aguantar” sin operar al crío hasta que dicho tejido disminuya de tamaño de forma espontánea a partir de los 7-8 años de edad, sin que se hayan objetivado alteraciones en el desarrollo de esos niños.
Por tanto, y como conclusión, los corticoides nasales son con toda probabilidad el tratamiento más frecuentemente pautado por los otorrinos en su práctica diaria. Constituyen un tratamiento seguro a pesar de las dosis elevadas que en ocasiones nos vemos obligados a administrar, siendo muy bajo el riesgo de efectos secundarios en las personas que no tienen otros problemas asociados.

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